... cause they make you stay real still in a real small space as they chart up your insides and put them on display."No tienes por qué asustarte de mis palabras. Una mujer muerta no necesita nada: ni amor, ni compasión, ni consuelo. Sólo he de pedirte que creas todo lo que mi dolor, que busca amparo en ti, me fuerza a revelarte. Cree mis palabras, ya que no te pido otra cosa: una madre no miente junto al lecho de muerte de su único hijo.
Voy a contarte mi vida entera, esta vida mía que no empieza, realmente, hasta el día en que te vi por primera vez. Todo lo anterior es lóbrego y confuso, el recuerdo de algo semejante a un sótano polvoriento con gentes y cosas grises y aburridas; un lugar que no hablaba a mi corazón.
[...]
Es sumiso y sin esperanza, paciente y apasionado, algo que el amor de una mujer de verdad, llena de deseos y de exigencias, nunca puede ser. Nadie más que los niños abandonados es capaz de sentir una pasión semejante. Los otros pueden derramar sus sentimientos en la camaradería, disiparse en las charlas confidenciales. Han leído y oído mucho sobre el amor y saben que a todos llega. Se divierten con él como con un juguete, lo ostentan como el muchacho que fuma su primer cigarrillo.
Pero yo nunca había tenido un confidente; no me habían enseñado ni aconsejado; carecía de experiencia y era confiada. Acepté mi destino sin reserva. Todo cuanto me sucedía, todo cuanto me animaba, se concentraba en ti, en mis fantasías.
Mi padre había muerto hacía mucho tiempo. Mi madre no podía pensar más que en sus preocupaciones y en sus recuerdos, en la dificultad de hacer llegar a fin de mes su exigua pensión de viuda, y poco tenía en común con una niña en la difícil edad del crecimiento. Mis compañeras de colegio, más enteradas que yo y un poco pervertidas, no podían simpatizar conmigo por la frivolidad con que juzgaban mi concepto del amor. La conclusión fue que todo lo que de mí surgía, todo lo que en las otras muchachas de mi edad generalmente se diluye, se concentró en ti. Te convertiste en algo esencial (¿qué palabra expresaría mis sentimientos?). Te convertiste en algo tan esencial como mi propia vida. Nada existía si no se relacionaba contigo. Nada tenía sentido si no te concernía.
Tú lo cambiaste todo. Había pasado inadvertida en la escuela, sin que yo me tomara el menor interés. Entonces, de pronto, fui la primera. Leía un libro detrás de otro, hasta muy entrada la noche, porque sabía que eras un amante de los libros. Ante la sorpresa de mi madre, empecé, casi obstinadamente, a practicar el piano, porque supuse que te gustaba la música. Cosí y arreglé mis vestidos para hacerlos más presentables a tus ojos. Era un verdadero tormento el remiendo que ostentaba mi viejo delantal de colegio (aprovechado de una antigua bata de mi madre). Temía que lo advirtieras y me despreciases por ello, de modo que solía cubrirlo con la cartera de los libros cuando subía por la escalera. Me aterraba la idea de que pudieras ver semejante remiendo. ¡Qué tonta era! Si apenas me volviste a mirar...
No obstante, mis días pasaban esperándote y vigilándote. Teníamos en la puerta una mirilla y a través de ella podía ver la tuya. No te rías de mí, querido. Ni siquiera ahora me avergüenzo de las horas que pasé espiando a través de aquella mirilla. En el vestíbulo hacía mucho frío y también temía despertar las sospechas de mi madre. A pesar de ello, me mantuve en el puesto de observación durante largas tardes y en el curso de meses y años, con un libro en la mano y tensa como una cuerda de violín dispuesta a vibrar al impulso de tu proximidad.
Siempre estaba a tu lado y siempre dispuesta; pero tú ignorabas esa tensión, como ignorabas la del resorte de tu reloj, que fielmente, te señalaba las horas, acompañaba tus pasos con su tictac apenas perceptible y al que no otorgabas más que una rápida mirada, apenas un segundo entre millones.
Sabía todo lo tuyo, cuanto a ti se refería: tus costumbres, las corbatas que llevabas; conocía todos tus trajes. Pronto llegué a familiarizarme con tus visitantes habituales; y tenía mis simpatías y antipatías. Desde los trece a los dieciséis años, todas las horas de mi vida fueron tuyas. ¿Qué tonterías no llegué a cometer? Besaba la cerradura que habías tocado, recogía una colilla que acababas de tirar y la conservaba como algo sagrado porque tus labios la habían oprimido. Mil veces, al atardecer, con un pretexto u otro, salía a la calle para ver dónde tenías encendida la luz y poder así, con mayor precisión, situar tu invisible presencia. Durante las semanas que permanecías ausente (mi corazón parecía detenerse siempre que veía a Juan bajar tu maleta), mi vida carecía de sentido. Triste, mortalmente aburrida y de mal humor, vagaba sin saber qué hacer, tratando únicamente de evitar que mis húmedos ojos traicionaran ante mi madre tal desesperación.
Sé que todo cuanto estoy relatando aquí es una sarta de grotescos absurdos, producto de la fantasía de una niña extravagante. Debería estar avergonzada, pero no lo estoy. Nunca mi amor fue más puro ni más ardiente que en aquel tiempo. Podría contarte, durante horas y días enteros, cómo viví contigo a pesar de que apenas me conocías de vista. No es de extrañar que así fuera, ya que si nos encontrábamos en la escalera y no podía evitar el encuentro, pasaba a tu lado rápidamente y con la cabeza baja, temiendo encontrar tu ardiente mirada, con la misma prisa del que se lanza al agua antes de ser abrasado por una llama.
[...]
Pero no viniste. Nadie acudió. Debías de haber salido aquella tarde, y Juan probablemente estaba también fuera. Con la extinguida nota de la campana resonando todavía en mis oídos, me retiré al piso vacío y me eché exhausta sobre un colchón, tan cansada por esos pocos pasos como si hubiera estado caminando durante horas sobre la nieve.
A pesar del cansancio, mi determinación era tan firme como antes: quería verte, hablarte, antes de que me separaran de ti. Puedo asegurarte que mi mente no albergaba ningún deseo impuro; todavía era inocente, quizá porque nunca había pensado en nada más que en ti. Sólo quería verte otra vez, sentirme a tu lado".
carta de una desconocida -- stefan zweig
hay libros para decir adios, y tambien para decir aun , todavia o siempre.
[esta mañana alguien compro los mismos libros que yo, justo delante de mi.
pense si nuestras vidas tambien podian ser paralelas.]
Current mood: piel de gallina, erizos de piel.
#listen to: rilo kiley - the execution of all things